España, monarquía cocotera

La sociedad actual vive inmersa en la mentira absoluta
Jacques Derrida

Lo terrible sería que nos habituáramos a vivir en la mentira
Emilio Lledó

Sólo en las repúblicas bananeras (dictaduras solapadas) y en las monarquías cocoteras se produce el sometimiento complacido de los gobernantes a los poderes fácticos, religiosos o económicos. Y sólo en las monarquías cocoteras como la España degradada que nosotros llamamos, como Carlos Rojas, La Españeta , ese sometimiento se puede producir con el tinte folkclórico que ha adquirido aquí desde que gobierna el partido bicéfalo, pero no bifronte, que nuestro amigo Manuel Blanco Chivite llama el PPSOE, y puede desembocar en espectáculos tan grotescos, antieuropeos, anticulturales y productores de vergüenza por delegación en las personas serias y honradas, como la Fiesta del Planeta, con la presencia unas veces de un miembro del Gobierno de la nación –doña Carmen Calvo, ministra de Cultura-, uno de la realeza y el presidente de la Generalitat , amén de más de un millar de esos escritores, artistas, cineastas, profesores, empresarios, etcétera, que forman parte de lo que los medios de comunicación consideran “lo mejorcito de nuestra sociedad”.

Todo el mundo sabe que el Premio Planeta –como el Alfaguara, el Primavera, el Nadal y todos los demás que convocan las fábricas del libros para galardonar uno que ellas van a publicar- es un chanchullo, el mayor chanchullo de los varios chanchullos que cada año se producen en este terreno, pues cada vez son más las editoriales que imitan el procedimiento, desde que la corrupción se enseñoreó de todos los estamentos del país y pasó a formar parte de nuestras formas de vida. “¡Tonto el que no delinca!” parece ser ahora el saludo de los que van a saltar al ruedo ibérico. Pero a lo que iba: voy a contar lo que sucede y cómo sucede, a sabiendas de que no cuento nada nuevo para quienes están “en esto”, en su escueta desnudez y bajo un chorro de luz:

Con meses de antelación, se sabe quién va a ser el ganador o la ganadora, y no por causa de una indiscreción o un chivatazo, no. Es el propio editor quien lo “filtra”, sabiendo que los periodistas tontos –un cincuenta por ciento del gremio- darán a la “noticia” el tratamiento que a él le conviene. La cosa tiene todas las trazas de una estafa a los demás concursantes, pero los chicos de la prensa lo toman como una gracia del muy pícaro de Don José.

Don José es muy pícaro sí, pero la clase de picardía que se gasta sólo se puede ejercer si se está rodeado de cretinos. Y ése es el caso. Hasta los primeros sesenta, la gente creía más o menos en el Planeta, que, por lo demás, nunca ha descubierto a un escritor, como el Nadal al principio sí lo hizo. Después el chanchullo se hizo norma, y hay que decir que sin mediar engaño. En una entrevista publicada en el diario “Pueblo”, en octubre de 1965, Don José I declaró: “la publicidad cuesta mucho y los lectores dan poco. Para eso se han inventado los premios literarios”. Hay que decir que a quien hablaba así le importaba una remolacha la cultura, vendía libros como podría haber vendido pasamontañas y era técnicamente analfabeto, pese a lo cual la Corona española le otorgó un marquesado “por su labor en pro de la cultura”. Se comprenderá que, partiendo de aquella norma, cuanto más se hable del asunto, mejor; sea para decir bendita sea tu alma, sea para gritar maldita sea tu estampa. Y a mí esto, desde su punto de vista de comerciante, me parece inobjetable. Lo que considero un crimen de lesa cultura es que un miembro del gobierno o de la casa reinante “por la gracia de Dios” se convierta en publicitario del pícaro y nos haga pagar a todos la operación, mediante el uso en su beneficio de la radio y la televisión públicas. Para colmo, ocurre que todas, absolutamente todas las novelas elegidas para el masivo lanzamiento son literariamente deleznables: unos bodrios de ésos que, según la doctrina de la Casa , “puedan entender hasta las porteras”, con argumento estilo culebrón, formalmente desfasadas, sin inteligencia, imaginación ni literariedad.

También Don José II hizo en su momento declaraciones aclaradoras en Televisión: confesó que su papá le había aconsejado muchas veces que tuviera siempre contentos a los periodistas y a los políticos. Y, por supuesto, a los componentes del jurado, como personal de la casa. Sería interesante conocer qué necesitan unos y otros para estarlo. Lo que sí sabemos es que paso previo al logro de la felicidad es una abierta disposición a hacer el indio: esos Pujol, Prieto, Gimferrer, Marsé, Regás, etc., profesores universitarios, académicos, escritores, que fingen reñidas y espaciadas votaciones antes de abrir el sobre “secreto” y “desvelar” lo que estaba decidido –se trata de un encargo- con meses de antelación; o –caso de los chicos de la prensa, la ministra de Cultura y los componentes de su séquito- a tomar por hecho cultural lo no que no es más que una operación publicitaria, de publicidad, por todo lo dicho, engañosa, inmoral.

En los países serios –Alemania, Reino Unido, Francia, Italia-, donde se premian, por instituciones culturales independientes, libros ya publicados, estos montajes cocoteros no se pueden producir. Aquí, en la Españeta , deformación grotesca de la cultura europea, sí: las editoriales se autopremian y las autoridades culturales, y en ocasiones hasta el Jefe del Estado, participan en el cachondeo que se forma para engañar al público, al que mantienen en la creencia de que, comprando el bodrio premiado, adquiere la mejor novela del año.

Poco o nada sabemos de agricultura, sanidad, defensa, etc. De cultura lo sabemos todo. Por eso podemos sentenciar que, al menos en el departamento que aquí la rige, se ha instalado en la mentira.

M. Asensio Moreno

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