Leído en Rebelión: El antifascismo fascista de Elvira Lindo

El "antifascismo" de Elvira Lindo, columnista de El País: ¡A mí la policía!

Carlos Martínez

El proceso de recuperación del patriotismo español puesto en marcha por el Partido Popular y al que se han sumado gustosamente la monarquía y el PSOE conlleva, necesariamente, el renacimiento y auge de la ultraderecha. Cada vez son más frecuentes los ataques racistas o fascistas dentro del territorio del Estado español. Las agresiones que sufren los trabajadores inmigrantes han sido hasta ahora minimizadas por el Gobierno, la Policía y la Administración de Justicia, dedicadas a perseguir a iconoclastas republicanos porque representan un “ataque a una de las más importantes instituciones del Estado”.

El último episodio de violencia fascista ocurrió en Madrid el pasado domingo 11 de noviembre, cuando un fascista y soldado profesional del Ejercito Español asesinaba por la espalda al joven de 16 años Carlos Javier Palomino . La mayoría de los medios de comunicación atribuyeron la muerte a una “ guerra de bandas ”. El Gobierno tampoco ha dado mayor importancia a esta ola de violencia ultraderechista y en voz de su aclamada Vicepresidenta ha declarado que no va a iniciar ninguna actuación en los tribunales encaminada a la ilegalización de partidos de ese signo ni prohibir sus manifestaciones, algo que le permite la Ley de Partidos, que más que una norma de carácter general parece un mandato al poder judicial para ilegalizar a la izquierda abertzale.

Lógicamente los jóvenes más comprometidos con la solidaridad y la lucha antifascista no se pueden quedar de brazos cruzados ante el asesinato de un compañero, el infundio generalizado en los medios de comunicación y la pasividad del Gobierno. Son ya muchas las manifestaciones antifascistas que se han celebrado en todo el Estado español, la mayor parte de ellas sin incidentes y otras con enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes.

Esos mismos medios que intentaron ocultar el asesinato de Carlos Javier (asesinato que al parecer que no es de condena obligatoria), tras estos incidentes (sin ninguna víctima mortal) acuden raudos a publicitar el previsible eslogan de “todos los extremistas son iguales”. Uno de los ejemplos más claros (aunque no el único) de burda manipulación lo podemos leer en la columna que publica Elvira Lindo en el diario El País bajo el título “ Antifascistas ” (22-11-07). Esta autora, que forma parte del selecto grupo de escritores protegidos por el grupo Prisa, inicia el texto glosando su pasado antifascista, que se limita a que su “papá y mamá” le aconsejaban no pasar por determinadas calles a determinadas horas por si le daban un susto y la hacían cantar el himno fascista “Cara al sol”. Ese es todo su bagaje “antifascista”, que le da la legitimidad para describir a los jóvenes manifestantes como “a una pandilla de bárbaros que no han olido en su vida lo que es el fascismo” y terminar pidiendo “Dios mío, ¿dónde está la policía?”, imprecación referida, como es de Perogrullo, a las manifestaciones de la izquierda revolucionaria.

Elvira, como cualquier otra columnista, puede oler el fascismo hoy y en su propia ciudad, no le hace falta marcharse de corresponsal a países lejanos ni volver a la idílica juventud con una máquina del tiempo. Solamente necesita excederse en la sesión de rayos UVA o en  el maquillaje para oscurecer su piel, no ir a la peluquería en una semana, gastar ropa que no esté de moda (gran sacrificio) y, luego, darse un simple paseo por el barrio donde, sin duda, lleva una vida placentera.

Cuando confundan a la escritora o periodista de éxito con una trabajadora inmigrante y la insulten, le den una patada en la cara, la vejen tocándole los pechos, asesinen a un amigo suyo por la espalda y, a pesar de todo, ella observe la indiferencia de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, los jueces, los fiscales o los periodistas, igual desde ese preciso momento empieza a comprender y a justificar a los jóvenes que ahora tanto critica.

Como hoy el fascismo no es el problema de Elvira Lindo ni de muchos de sus compañeros de profesión, sí que le causa una gran incomodidad e indignación que los manifestantes pisen las flores del jardín que terminó de construirse justo antes de las últimas elecciones. Mientas tanto, debajo de su ventana, las “pandillas de bárbaros” están, literalmente, jugándose la vida por un mundo mejor, sin fascismo ni fascistas.

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