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Nota previaLas críticas que se publiquen en esta sección estarán hechas por el método de la Crítica Acompasada, cuya consistencia pasamos a explicar: UN NUEVO MÉTODO DE CRÍTICA LITERARIA Procede anticipar unas palabras sobre el método de crítica empleado en este libro. Es el que utilizan los críticos del Círculo de Fuencarral, que trabajan en el Centro de Documentación de la Novela Española, editor del boletín mensual La Fiera Literaria y de los Cuadernos de Crítica . Exige una lectura de las obras y un análisis muy minucioso, por lo que sitúa en las antípodas del impresionismo empleado por la crítica de prensa y, en buena parte, también en las de las revistas más o menos especializadas. Rigurosamente científico, no había sido empleado hasta ahora, aunque se fundamente en una manera de trabajar que sería la primera que se le ocurriría a quien estuviese dispuesto a hacer algo más que un resumen de las notas tomadas durante la lectura. Lo llamamos crítica acompasada porque se va haciendo al compás de la lectura y va cuajando en anotaciones que, por lo general –las excepciones son muy pocas- permanecen inalteradas, aunque un juicio posterior pueda llevar a variar el alcance de alguna. De esta suerte, van siendo puestas al descubierto las faltas gramaticales, los errores de léxico, los atentados contra la lógica, la estética y el estilo y, hablando sin disimulo y casi podría decir que sobre todo, las vaciedades y las auténticas tonterías, que, como se verá, abundan en los libros aquí analizados. Al comentarlas, como al comentar los atentados contra el más elemental raciocinio, en este tipo de crítica se suele emplear la ironía y el humor, que como pocas herramientas hacen ver la baja calidad de determinadas novelas que están circulando como obras excepcionales. De vez en cuando, se hacen resúmenes parciales sobre alguna característica estilística o, mejor, pseudoestilísica del autor, o, más veces, se aclaran conceptos o se hacen formulaciones de estética general o de teoría de la literatura. Y, por razones derivadas del dominio que ejerce hoy sobre la literatura, especialmente la novela, la industria cultural, no suelen faltar apuntes de lo que podríamos llamar sociología de la vida literaria, que ayuden a comprender el “éxito de público de crítica” obtenido por un “producto” que nosotros demostramos que es deleznable. Hasta el presente, la crítica acompasada se ha dedicado a la crítica negativa –destructiva se podría decir-, si bien pensamos que el método podría valer para poner en evidencia los aciertos en los órdenes antes enunciados. Nosotros, de las dos grandes tareas que ha de cumplir la crítica literaria, a saber, señalar los valores que hacen literariamente importantes determinadas obras y han sido ignorados por la mayoría, y denunciar los contravalores, sobre todo, por no decir exclusivamente, en el caso de las de autores que están siendo valorados por encima de sus méritos, que en muchos casos suelen ser nulos, hemos elegido, por exigencias del actual estado de la sociedad manipulada por un sistema que maneja exhaustivamente, con el fin de conseguir cuotas de poder y beneficios económicos, la corrupción y la mentira, exclusivamente la segunda. Lo contrario, pues, a lo que Dámaso Alonso y su círculo llamaban “crítica en entusiasmo”. Junto a la lectura y señalamiento de las faltas gramaticales y demostraciones involuntarias de inmadurez de pensamiento, una serie de instrumentos completan y cualifican en muchas ocasiones la lectura minuciosa, línea por línea, casi podríamos decir que palabra por palabra, de las obras. Paso a enumerarlas: La primera es la ejemplificación exhaustiva . Si un autor confunde el significado de algunas palabras –como se verá, todos los aquí analizados suelen confundir mirar con ver, escuchar con oír, esquina con rincón, esperar con temer, dintel con umbral, venir con llegar, causa con efecto, favoritismo con carácter de favorito, falta de fe con falta de credibilidad y un largo etcétera- no nos limitamos a señalarlo la primera vez y añadir y passim : señalamos todas las veces, indicando siempre el número de la página y, si la identificación lo requiere, el párrafo o el contexto. Un segundo instrumento consiste en llamar la atención sobre el empleo abusivo de estos autores de frases hechas –y de conceptos acreditados y valores entendidos-, las cuales consideramos que contribuyen a un empobrecimiento literario del lenguaje y aparece como una manifestación de impotencia y de falta de recursos expresivos. Como Aldous Huxley – Ciego en Gaza - decimos que “se hace difícil admitir que una persona que emplea frases hechas sea inteligente”. Si de una “novela” de Gala, Maruja Torres o Almudena Grandes se suprimiesen las frases hechas, podrían quedar reducidas en casi un tercio. La voluntad de estilo en estos y los otros autores es prácticamente nula; excepto en Muñoz Molina, en quien es tan exagerada y retorcida que, como se verá, ofrece resultados ridículos. Otro elemento esencial de este tipo de crítica es el recurso constante al humor y a la ironía , que, como he dicho, nos sirve de base para descalificar determinadas obras muy ensalzadas por el marketing , consiguientemente por los periodistas e incomprensiblemente por la crítica. Consideramos que uno sólo se puede reír de lo que es risible. Y ser risible es incompatible con la literariedad. La insolitez polisémica la expresamos, no con demasiada frecuencia, por medio de neologismos y expresiones que, de hecho, contribuyen a acentuar el carácter burlesco de determinados juicios: alcurne, cuspidáneo, frase plenipotenciaria, latarato, bibliocaca, botafumeiros (críticos dedicados exclusivamente a alabar y decir que sí), chorrada memorable, etc. A veces, lo insólito radica en el empleo inusual de palabras –mandrágoras, que son los botafumeiros de segunda generación, digresiones misacantanas, páginas gravitacionales, gachupinada ostensible...- que en ningún caso se podrían calificar de nuevas. Sea lo uno, sea lo otro, el sentido debe resultar claro para el lector, pues, según ha escrito alguien, “la insolitez polisémica nunca debe resultar anfibológica”. Finalmente, podríamos hablar de la comparación agraviativa , especialmente dedicada a los juicios de la crítica convencional acomodaticia. Los trabajos de crítica acompasada suelen contener mucha “crítica de la crítica”, consistente casi siempre en un supuesto diálogo o discusión con los críticos por causa de afirmaciones suyas apodícticas inconsistentes o exageradas. Por ejemplo: “Si el señor C considera la novela T, de N una obra maestra, ¿qué diría de El juego de los abalorios, La peste, El viejo y el mar, Hacedor de estrellas, La montaña mágica, la Regenta o Lo prohibido ? Es un ejemplo sencillo de comparación agraviativa. A la vista de los resultados obtenidos por este tipo de crítica, se puede ver que nuestra actitud es semejante a la del inocente niño del apólogo oriental El traje del emperador. Mientras los prejuicios, la cobardía, el adocenamiento, la frivolidad, la inercia, la venalidad, la incompetencia de la mayoría les hace cantar las excelencias del traje inexistente, nosotros señalamos, desde una mirada sincera, honrada, pura, independiente y libre: “el emperador va en paños menores”, o, yendo al caso de la literatura: “esta vaca sagrada, tal escritor intocable, esa novela ensalzada, luego de jaleada por el marketing , ni es sagrada ni merece ningún respeto; al revés, reclama ser condenada, porque está desnuda de valores”. Algo que demostramos con numerosas pruebas. Al respecto de la pruebas , quiero añadir algo importante: quienes pretenden desacreditarnos nos han acusado a veces de retorcer los argumentos, sacando las citas de contexto. ¡Es imposible! Nuestras críticas están hechas para que el lector que lo desee nos lea teniendo el libro al lado. Nosotros señalamos el lugar en que se encuentra la palabra, la frase, el párrafo en cuestión y quien quiera puede comprobar la exactitud de lo que decimos. Postdata sobre crítica y humor .- Hay personas, sobre todo críticos y profesores, que desdeñan o, por lo menos, consideran menor nuestra labor de análisis de textos literarios por nuestra continua recurrencia al humor y a la ironía. Tal vez ignoran que el humor es algo muy serio, conquista de las culturas avanzadas, patrimonio de las sociedades cultas y que su sentido se encuentra entre las cualidades que más distinguen al hombre del animal, cuadrúpedo o bípedo, por lo que su función no debe ser desdeñada en crítica literaria. Nuestro método, merced a tres de sus instrumentos: la lectura imaginativa y, sobre todo, el comentario acompasado y la ejemplificación exhaustiva, alcanza unos grados de cientismo, rigor y aciertos como nunca ha alcanzado método alguno. Mediante ellos, mediante esos tres instrumentos, se hacen patentes los errores de estilo, de lógica, gramaticales, de estética, de simple buen gusto y de léxico que el autor comete. Así como, mediante los otros instrumentos –el humor corrosivo, la ironía destructiva y la insolitez polisémica-, se hace ver que el mal escritor es lo que, en nuestra terminología y como un eco, asimismo humorístico, de los entes de ficción es un ente de risión , esto es, alguien a quien se puede tomar a broma, alguien grotesco, que no escribe más que tonterías. Y que nadie diga, como se ha dicho repetidas veces, que una crítica tan minuciosa no la resiste ni el Quijote , porque no es cierto. Sólo se puede uno reír, insisto, de lo que es risible. Tanta es la importancia de la visión humorística e irónica en crítica literaria, que puede darse el caso –el contrario no se da nunca- de que un presunto escritor que redacte con corrección, hablando gramaticalmente, aunque difícilmente con un estilo –ni, mucho menos, una composición adecuada de la materia- interesante, pueda merecer la descalificación por el hecho de que lo que expresa resulte inconsistente, inmaduro o ridículo. |
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Boletín del Centro de Documentación de la Novela Española |