Los Gazapos de la Academia
¿Alguien ha leído la Ortografía de la lengua española que
perpetró la Real Academia en 1999? Lo ha hecho, y muy bien, el escritor
y académico ecuatoriano Gustavo Alfredo Jácome, que ha hecho una
lectura de la secreción académica línea por línea, con el mismo método
de crítica acompasada que practican en el Centro de Documentación de la
Novela Española y que tan buenos resultados ha dado con los Javier
Marías, Antonio Gala, Almudena Grandes, Maruja Torres y otros
persistentes virus de las letras españolas. Sólo la denuncia de los
atentados gramaticales contenidos en las seis páginas escasas que
alcanza el prólogo de la Ortografía ocupa en el libro del autor
ecuatoriano veintiocho. Resumo aquí algunas de las observaciones y
supongo que no he de advertir que esto no es más que una muestra,
apenas el esqueleto de un libro realmente jugoso.
Escribe el anónimo prologuista: “PREDOMINÓ la idea y la voluntad de
mantener la unidad idiomática”. Debió escribir PREDOMINARON, de acuerdo
con la regla sobre la concordancia del sujeto que establece la
Gramática académica en su párrafo 210 b.
Se lee en el prólogo: “…con las corporaciones hermanas de América y de
Filipinas. La Geografía, la Gramática y el sentido común aconsejaban
escribir: Y LA DE FILIPINAS.
Otra perla del prólogo: “La Real Orden era la de 25 de abril de ese
mismo año, firmada por la reina doña Isabel II, a petición del Consejo
de Instrucción Pública, QUE oficializaba la ortografía académica…” ¿A
quién se refiere el QUE? ¿A la Real Orden? ¿A la reina? ¿Al Consejo de
Instrucción Pública?
Sigamos: la Ortographía académica de 1741 “ya en su segunda edición, de
once años más tarde, se escribió Ortografía, PROCLAMANDO desde la misma
portada su opción por el criterio fonético SOBRE el etimológico”. Ese
gerundio es incorrecto, según don Andrés Bello y también según el
Esbozo académico de 1973. (Pero la afición a los gerundios se notaba ya
en el párrafo primero de la Ortografía, donde se amontonan seis en ocho
líneas). Lo propio hubiera sido escribir Y SE PROCLAMÓ. ¿No leen los
académicos sus propias normas? En cuando a SOBRE, la Gramática
académica vigente (capítulo XVIII indica que preferir se construye con
a. Lo correcto habría sido, por tanto: “con preferencia AL etimológico”.
Un poco más adelante, la Academia se declara PROCLIVE a aceptar ciertos
usos (cuando debió escribir PROPENSA, porque “proclive” es quien se
muestra inclinado a lo malo) y habla de ADICTOS a las reformas
ortográficas (en vez de “seguidores”, “partidarios”, “defensores”) o de
ARBITRISTAS de la ortografía (haciendo caso omiso de la definición de
“arbitrista” que ofrece su propio Diccionario). La propiedad léxica no
es un punto fuerte de este prólogo. Ni la sintaxis, ni nada.
En otro lugar se lee: “El gran lingüista suramericano Ángel Rosenblat
ESCRIBIRÍA QUE (…) Y
AÑADIRÍA…”. Este uso
contraría las normas académicas. Debió decir
“escribió” y “añadió”. ¿Quién ha escrito ese prólogo? ¿Un académico?
¿Un becario? ¿Un infiltrado subversivo?
Acabado el prólogo, las cosas no mejoran. Se dice que algunos fonemas
antiguos “han desaparecido EN EL español actual, cuando el verbo
“desaparecer” exigía DEL. La Academia escribe: “Un segundo grupo de
palabras que hoy se escriben con h ES EL DE AQUELLAS QUE proceden de
voces latinas”. Y el crítico enmienda con buen juicio la pésima
redacción: “Un segundo grupo de palabras que hoy se escriben con h
proceden de voces latinas”.
Otra frase académica con volutas: “Las mayúsculas llevan tilde SI LES
CORRESPONDE según las reglas dadas”. Corrección justísima de Gustavo
Alfredo Jácome: “Las mayúsculas llevan tilde según las reglas dadas”.
Otro ejemplo: La Ortografía dice ampulosamente: Por ELLO, el adverbio
conserva la tilde EN EL LUGAR EN EL QUE LA LLEVABA el adjetivo”.
Corrección a la llana: “Por esto, el adverbio conserva la tilde en la
misma sílaba que el adjetivo”.
La denuncia de usos incorrectos, de puntuaciones caóticas y de
contradicciones continuas entre las normas y el uso académico que
llenan la Ortografía de la Academia justifica las 169 páginas de este
libro de mi querido colega ecuatoriano que, si existiera la justicia,
habría que considerar un bien cultural.
León Africáno
Académico. Bogotá
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