Arturo Seeber entrevista a Miguel Baquero

Miguel, tu primera novela, "Vida de Martín Pijo y de sus fortunas y adversidades", es una aguda crítica a la sociedad española de nuestro tiempo, escrita al estilo de las novelas picarescas del barroco. Cuéntanos cómo nace la idea de la novela, cómo se gesta, y qué te lleva a utilizar, revisado, el lenguaje del Siglo de Oro.
La idea de “Vida de Martín Pijo” nace de mi admiración por la mejor novela que, en mi opinión, se ha escrito nunca en castellano, como es “El Lazarillo de Tormes”. Ya el título es un homenaje a esta maravillosa obra. Mi objetivo era, utilizando el modelo del Lazarillo, y en gran manera también adaptándome un poco a su lenguaje, contar una historia picaresca actual. Al igual que en las novelas barrocas de este estilo, donde se acostumbra a contar las peripecias de un “mozo de muchos amos”, al servicio de cada uno de los cuales le ocurren anécdotas y sucesos, el protagonista de “Vida de Martín Pijo” va pasando de un señor a otro, en este caso concebidos los señores como estamentos (un colegio de curas, la Iglesia , el trabajo, el sindicalismo…) y acerca de cada uno de ellos tiene bastantes cosas que
decir y criticar.

Tu segunda novela, "Matilde Borge, aviador", es en parte una novela de recuerdos, pues el tío Matilde existió. Pero la ficción usa los hechos y los enriquece con la fantasía. ¿Cómo fuiste elaborando este personaje, entre realidad y invención?
En efecto, “Matilde Borge, aviador” surge de unos hechos reales, como son la existencia de un tío segundo mío que fue aviador durante la Guerra Civil , y he utilizado los recuerdos sobre la guerra y sobre el mundo de la aviación que nos contaba este hombre, exiliado en Francia, cada vez que venía a España de visita. A estos comentarios y anécdotas, algunas de las cuales yo recordaba de manera difusa, pues las oí de muy pequeño, he unido elementos de ficción, situaciones y personajes inventados, con el objeto de ir rellenando ciertas “lagunas”. Ha sido un poco como la reconstrucción de un edificio que estaba medio en ruinas, donde he introducido materiales que no correspondían a la obra original, pero siempre desde el respeto a la esencia.

¿Te resulta fácil, o te cuesta mucho escribir?
Va un poco por días. Hay veces en que, tal vez porque esté uno más despierto, más ágil, más inspirado, o tal vez porque tenga muy claro lo que quiere decir, las palabras parecen ir surgiendo solas y, además, en el orden apropiado. Pero también hay veces en que uno anda atrancado, en que le cuesta hilar las frases, ambientar las situaciones, encontrar la réplica para los personajes. Todo depende, ya digo, de lo madura que esté la idea en la cabeza, y del ánimo que tenga uno frente a la página.

¿Cuál es tu forma de escribir: metódica, ordenada, con horarios, o más bien sujeta a la inspiración?
Enlazando con la pregunta anterior, me he dado cuenta de que el momento en que más a gusto me encuentro para escribir y más reflejos tengo es a primerísima hora de la mañana. Algunos prefieren por la noche, otros por la tarde... A mí me gusta ponerme ante el ordenador nada más despertarme, cuando todavía está uno un poco entre el sueño y la realidad. Aparte de eso, no tengo otro horario establecido y muchas veces me pongo a trabajar en mi novela cuando buenamente puedo. Si no tengo entonces el impulso de escribir me dedico a corregir, a repasar, a intentar examinar lo que he escrito desde un punto de vista neutral, a “pensar” la novela. Dicen que uno cuando está escribiendo una novela la está escribiendo todo el día, y puede pasar (pasa de hecho) que, de pronto, en el lugar más inesperado, alguien dice algo u ocurre algo o se te viene a la cabeza una frase que se puede usar como material de primera. Procuro entonces apuntarlo (acostumbro a llevar una libreta) o procuro memorizarlo para en cuanto pueda encajarlo en lo que estoy escribiendo.

¿Corriges mucho lo que escribes, o lo sueles dejar alla prima, con pocos retoques?
Corrijo mucho, muchísimo, y pienso que revisar lo escrito es algo fundamental, absolutamente necesario, sobre todo en un escritor que empieza. En realidad, yo no conozco a nadie que trabaje “a la primera”, y el que lo diga así o bien miente o bien es un insensato. Porque ya no es sólo que corregir mejore gramaticalmente el texto, sino que al hilo de una o varias relecturas se van definiendo las escenas, puliendo los personajes, o se advierten las posibilidades de tal o cual elemento que se nos había pasado por alto. Eso de escribir y luego no retocar es algo muy propio de los escritores principiantes, que todavía se creen los nuevos genios de la literatura, que se encuentran desbordados de ideas y a los que, también, la verdad, les da mucha pereza, y les aburre y les fatiga volver sobre lo escrito. Pero estos son, si me permites la comparación, como potros salvajes que corren muy rápido pero sin dirección ni concierto ni orden; en realidad, quienes son agradables de mirar y quienes ganan las carreras son los caballos domados, refrenados, preparados. El problema está en encontrar el punto justo de corrección, el punto que perfeccionando el texto sin embargo no acabe con la espontaneidad, con la frescura. Es algo muy difícil y yo creo que en eso radica una de las claves de las buenas obras, en corregir, claro, pero también en saber decir “ya no corrijo más”.

Tienes todo el tiempo que deseas para escribir, o las actividades para la subsistencia te lo reducen demasiado?
Como imagino que a todos, mi trabajo me roba mucho tiempo, no tanto para escribir como para leer lo que a mí me gustaría. Pero tampoco me quejo. Por una parte, es algo que le ocurre a todo el mundo, y por otra quien verdaderamente está interesado en escribir siempre encuentra un hueco para hacerlo (aunque a veces, la verdad, se agradecería tener un tiempo a solas para encerrarse con la novela).

¿Estás preparando o ya tienes escrita una nueva novela o libro de cuentos?
Estoy finalizando la primera versión de una nueva novela. He escrito esta primera versión casi de carrerilla, deteniéndome de vez en cuando a corregir, para que las cosas tengan fluidez, para que no se aprecien esos escalones que llaman a veces la atención en las novelas, cuando se engarzan textos escritos en diferentes épocas o bajo distintos estados de ánimo. Luego viene una extensa y exhaustiva corrección general, después le pasaré el texto a varios amigos de confianza para que me den una visión neutral, y por último, pasado un tiempo, un par de meses, cuando ya haya establecido distancias con el original, haré la corrección definitiva.

Además de escritor, desarrollas tareas de crítica literaria. Sé que es muy dolorosa la pregunta que te voy a hacer: ¿qué opinas de la literatura española actual, y, por extensión, de toda la cultura?
La literatura española actual, por extensión la mundial, y por extensión también (aunque a lo mejor nos excedemos) el resto de la cultura, está dominada totalmente por los valores mercantiles y por los modos comerciales. Por ejemplo, se establecen las categorías de obra buena u obra mala de acuerdo solamente a las cifras (ejemplares vendidos, precio pagado por un cuadro, asistentes a una obra...) en lugar de por valores estéticos. Son unos conceptos básicos en los que se ensalza lo mucho y se desprecia lo poco, un criterio basado únicamente en el número y que está en la raíz de todo el pensamiento mercantil y simplón que domina esta época. Evidentemente, para alcanzar estas cifras se hace necesario recurrir a modos que enganchen con el mayor público posible, y eso hace caer muchas veces en la trivialidad e incluso en la chabacanería. ¡Ojo!, que yo no estoy a favor de la obra para unos pocos, de la excelencia y la aristocracia; pienso solo que hay que buscar el público, sí, pero con armas de ley, desde la literatura, no a cualquier precio, no con las mismas herramientas de marketing con que se anuncia una lavadora.

¿Cómo la encajarías, dentro del panorama cultural mundial?
Hay un ambiente general, español y mundial, de mediocridad; pero no tanto de mediocridad en lo que se escribe, sino de mediocridad en las intenciones. Digo mediocridad porque nadie (y me incluyo) pretende romper el círculo, la idea estética general, la manera de entender y practicar el hecho literario. Estoy convencido de que este girar en el vacío, esta inanidad que domina la cultura de la época, es el resultado de habernos encontrado, de pronto, sin mitos, sin utopías, ante una realidad sobre todo económica y social que nos pintan como inevitable. Estamos en un impasse de desilusión y desconcierto, una especie de Belle Epoque hedonista y despreocupada que empezó con la caída del Muro de Berlín y que acabará cuando, al fin, tomen forma y cuerpo teórico los movimientos que proclaman que “otro mundo es posible”.

¿Se puede hablar de una "industria cultural"?
Se debe hablar de una industrial cultural para explicar cómo funciona la literatura hoy en día. Es cierto que, el fondo, el hecho de buscar al público, de apreciar a un escritor de acuerdo a su impacto, de rechazar obras porque no van a resultar en el mercado, que algunas trampas incluso de plagio y de negritud han existido desde el principio de los tiempos, pero nunca como hasta ahora se ha medido todo de forma tan indiscriminada por los resultados comerciales, y nunca como hasta ahora se habían empleado para promover las manifestaciones artísticas métodos puros y simples de marketing. El libro, hoy en día, se vende no por el placer estético que pueda provocar su lectura, sino porque es el libro de moda, porque es el más vendido, porque lo tiene la vecina, porque lo anuncian en la tele, porque su escritor es guapo, porque van a hacer una película sobre él... Compárese el método para convencer al lector de que compre un libro y el método para convencer al consumidor de que se compre un coche o una batidora y se verá entonces que no hay más remedio que hablar de “industria cultural”.

¿A todo este nefasto panorama, le ves alguna salida?
La habrá, seguro, porque el hombre, milagrosamente, siempre sale hacia delante, incluso de los tiranos e incluso de las guerras. Una de las vías de salida que se me ocurre está en los críticos, en el hecho de que los críticos comiencen a denunciar los falsos valores aupados a la fama por métodos mercantiles, y comiencen a reseñar las obras de acuerdo a valores puramente estéticos. Lo que pasa es que la crítica está encerrada en un círculo vicioso del que es muy difícil salir. Quitando allá los untos, puros y duros, que los habrá, ocurre que cómo va un crítico a hablar negativamente de una novela publicada por una editorial que se anuncia en sus páginas o que directamente (Prisa-Babelia) sustenta su publicación. El camino sería una crítica independiente, pero esta es sistemáticamente desprestigiada y silenciada. La otra forma de salida está en los propios escritores, pero esta sería una ruptura más lenta que vendría cuando ya se llegara al hastío completo y al callejón sin salida.

¿Qué escritores actuales, qué publicaciones merecen tu aprobación?
Hombre, lo de merecer mi aprobación suena excesivo. Yo recomendaría, en el campo de la crítica, una publicación (un panfleto, no hay nada de ignominioso en denominarlo así) llamado “ La Fiera Literaria ”, donde de verdad se están cantando las trampas en el mundo de la cultura y desenmascarando los falsos valores. Y también recomendaría a los autores que empiezan, y que, aunque balbuceantes todavía, como es lógico, están escribiendo con honradez y sinceridad y, curiosamente, en todos ellos se aprecia un fondo de crítica y desacuerdo con los escritores consagrados que tienen a su alrededor. Ese punto de sana rebeldía que siempre ha movido a los escritores jóvenes. Al final (soy bastante pesimista) es posible que todos ellos sean integrados por el sistema y acaben amoldándose a la triste situación, pero de momento es muy reconfortante leer a escritores como José Marzo, David Torres o Montero Glez (entre los que conozco, seguramente habrá otros muchos asomando la cabeza) que se mueven al margen de lo convencional.

Si los intelectuales se uniesen - porque en verdad que cada uno tira para su lado - crees que podrían hacer una oposición eficiente a los monopolios de la cultura?
Lo veo muy difícil, porque los monopolios controlan demasiado y a buen seguro que no dejarían que tomase cuerpo nada que fuese contra sus intereses, y si para ello es preciso cargarse el prestigio de quien sea se carga y punto. Como tantas veces ha ocurrido en la historia de la literatura, la solución está en que, de pronto, una corriente o incluso un autor imparable rompa con los moldes, lo trastoque todo y vivifique este erial. Eso son los genios, no sólo gente que enlaza muy bien palabras ni cuenta bonitas historias, sino tipos que como Baudelaire, como los románticos, como los impresionistas, como los surrealistas, como tantos otros, rompen de pronto con el aparato, se enfrentan al sistema y crean otra forma estética. Al final esta revolucionaria forma estética se hará convencional, epigonal y cansina, pero ya se tratará de un sistema nuevo, diferente al anterior, que habrá quedado obsoleto. En realidad, y por más que contemple con tristeza el actual panorama cultural, estoy seguro que estamos viviendo una época apasionante, preludio de grandes cambios estéticos y nuevas formas artísticas. A lo mejor soy un ingenuo esperando al Mesías, esperando a Godot, pero, en fin, quiero pensar que un día, de pronto, este mundo cultural ya gastado, chirriante y oxidado, va a saltar por los aires.

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