Zaloa Basabe entrevista a Manuel García Viñó

Revista Txalaparta N. 31, Tafalla, Nafarroa. Zembakía 2006

Hace poco, usted ha publicado un libro titulado La gran estafa y subtitulado Alfaguara, Planeta y la novela basura . Ahora, en nuestra editorial -Txalaparta-, ha sacado El País, la cultura como negocio, también contra el grupo Prisa , ¿se trata de una campaña?, ¿de una lucha?

De una lucha, sí. De una lucha contra eso que se ha dado en llamar industria cultural, que ha convertido el libro, de siempre portador de valores éticos y estéticos, en simple mercancía, para traficar con la cual no se repara en procedimientos, entre y ellos y sobre todo, la mentira.

¿Se acabará aquí la lucha?

Por supuesto que no. Estoy concluyendo otro libro: De premios, críticos, bestsellers y otras desgracias y tengo muy avanzado Las pulseras de Saturno: estética, ética y sociología de la novela española en el puente de los siglos .

Toda una colección ¿no?

Bueno, tenga en cuenta que yo llevo trabajando en esto de la industria cultural más de diez años y escribiendo artículos. Mis carpetas rebosan de material.

¿Siempre contra Prisa y su amo, el magnate Polanco, al que usted llama en su último libro “Il Padrone?

Fundamentalmente, sí. Pero también contra Planeta, Espasa Calpe y otras editoriales que las imitan. Pero, en esta orden de ideas, pudo aclararle algo. Sobre todo, contra Prisa y sus dos buques insignias en el campo en que me muevo: el diario El País y la editorial Alfaguara. Porque Planeta, por ejemplo, nunca ha negado su condición de “fabrica de libros”; pero tanto Alfaguara como “El País” se presentan como intelectuales, como defensoras de la literatura de verdad, de la cultura, cuando en realidad son empresas, sobre todo, comerciales, como la de Lara.

Que persiguen, sobre todo, la ganancia.

Exactamente. Cometiendo con ello un delito de lesa cultura. El misterio para mí es el siguiente: dado lo bien que manejan la publicidad, directa o subliminal, y, en general, el marketing, venderían lo que quisiesen. Entonces, ¿por qué pudiendo ganar diero con productos, siquiera, dignos, se empeñan en ganarlo con basura

¿Qué le mueve en su lucha?

Pues, aunque suene solemne, mi amor al género novela, que practico y sobre el que teorizo, a la verdad y a la justicia.

Algunos dirán que la envidia y el resentimiento.

¡Ya lo han dicho! Pero verá, habría que ser muy tonto para envidiar a esos berzas, que escriben como en los tiempos pregaldosianos y, además, mal. Por otra parte, yo puedo demostrar que no puedo envidiar la fama ni las grandes ventas. En el número 65 de la revista “Humanidades”, de 1965, me hicieron una entrevista, con motivo de mi primera novela. Allí declaraba yo: “aspiro a ser un escritor de minorías y mis ambiciones en el campo de las ventas se limitan a aquel número de ejemplares necesarios para que mi editor no pierda dinero y me publique otro libro”. Por otra parte, soy el autor español que más páginas elogiosas ha dedicado a miembros de su propia generación a algunos de los cuales les ha ido mejor que a mí.

¿Y el resentimiento?

¡Pues claro que sí! El resentimiento es muy humano, y tendría yo que tener la sangre de horchata si no me resintiera con quienes –críticos, escritores, editores- me han prácticamente silenciado desde que publiqué, en 1967, Novela Española Actual , donde les dejé a todos lo que se dice con el culo al aire.

¿Cuál es el mayor pecado que comete el sistema contra la novela?

Uno, el que ya dije: tratarla como una mercancía, cuando es, debe ser, un producto del arte de la Literatura. Otro , haber desviado su itinerario. Después del gran corpus novelístico del siglo XIX, con novelas de sentimientos, pero también de ideas, que son en el fondo ilustraciones de la historia, viene la novela intelectual y de valores estético-literarios, en la primera mitad del XX. Hacia 1968, todavía estaba el género experimentando en las técnicas y creciendo como arte. Los industriales, buscando el negocio, buscando una masa lectora lo más amplia posible, rebajaron la forma hasta la simplicidad y los contenidos a la altura de las mentes más romas.

Entonces, ¿los Reverte, Montero, Marías, Muñoz Molina, Grandes, ¿serán los referentes literarios del mañana en el Estado, o es imposible calibrar los daños inflingidos a la novela a medio-largo plazo?

En esto es tan difícil vaticinar como en economía, porque de pronto ocurre algo que da al traste con todas las previsiones. La impresión es de que esto no tiene remedio, que irá a más, a peor. Aunque no precisamente con esos nombres, pues en diez o doce años los tiran a la basura y trafican con otros parecidos, dispuestos a someterse a las exigencias del mercado.

¿Cuál es, pues la alternativa? ¿Qué nos queda a los lectores? ¿Recurrir perpetuamente a los clásicos y buscar nuevos alicientes en las pequeñas editoriales?

A los clásicos hay que recurrir siempre. En cuanto a las pequeñas editoriales, es de esperar que no paren de tener siempre algo que ofrecer.

Finalmente, leyendo su último libro se pregunta una cómo ha podido “El País” mantener durante treinta años la imagen de periódico progresista.

Ese ha sido su gran truco. Dárselas de progresista, decir continuamente que lo es, despreciar a los demás… Decir y repetir que quien no piensa como él es un reaccionario. Pero el progresismo lo ha ejercido únicamente en temas como el divorcio, la eutanasia, las bodas gay, el aborto, la crítica a la Iglesia … En economía es neoliberal y la justicia social no le precupa más que en el sentido de que no se pare la maquinaria. Capitalismo salvaje.

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