Las edades de Almudena Grandes

Crítica acompasada de su novela Las edades de Lulú

La novela titulada Las edades de Lulú , de Almudena Grandes, comienza con una sublime escena de lametones de nalgas y exploración anal. En primer plano, un orondo trasero masculino de "carne perfecta, reluciente", que en los bordes era "tensa y rosa, tierna, luminosa y limpia", capaz de ser "sujeto y objeto de un placer completo, redondo y autónomo, tan distinto del que sugieren esos anos mezquinos, fruncidos, permanentemente contraídos en una mueca dolorosa e irreparable" (p. 9). A continuación, y como semejante ano está tácitamente reclamando, una sodomización.

El de los carnosos traseros de tan apetitosa apariencia es sujeto caro a la autora, que lo volverá a tocar en otros libros, como por ejemplo, en Malena es un nombre de tango, página 362: “Aprecié la calidad de su carne, su espalda inmensa, lisa, un trapecio perfecto, y las huellas circulares de los riñones como dos hoyos casi colmados, sobre un culo perfecto, el mejor, el más hermoso culo de todos los culos que he visto nunca, redondo y rotundo y carnoso y plano y duro y firme y elástico y claro y suave y amasable y mordible y engullible y deglutible como ningún otro culo haya existido jamás”. Dejando al margen lo ridículo de ambos pasajes, asombra pensar en la cantidad de culos que ha tenido que contemplar esta mujer para permitirse sentencias tan rotundas y tan prolijas descripciones. Almudena Grandes es, sin duda, una experta en culos, que, según el teniente coronel Tejero, es lo más grande que se puede ser en este mundo, después de ser español. Y quizá sea también culiadicta, una adicción tan respetable como otra cualquiera, y fetichista de culos. No quisiera tener yo mi nalgar en las proximidades de su dentadura, cuando a Almudena le dé el volunto de engullir glúteos y deglutirlos. Para reconocer las muecas de un ano y distinguir uno mezquino de otro generoso, uno fruncido de otro desplegado o uno redondo y autónomo de otro cuadrado y que trabaja por cuenta ajena, no solamente hay que ser muy observadora, hay que haber observado atentamente muchos anos. Ante semejantes portentosas cualidades, no sabe uno cómo expresar su asombro ni qué parte descubrirse, ni si exclamar chapeau! o caleçon! Pero sigamos con Lulú . Ya dijimos que, tras el panegírico anal, la autora informa de una sodomización. El lector se estremece -¿qué será capaz de contarnos esta señora en cuanto cumpla unos pocos capítulos?- y más si, como es mi caso, se ha educado con las clarisas de Triana. Esta educación, no obstante, y el exagerado desvelo de las devotas hermanas, que me han hecho versado en el tema, me llevan a anotar en mi cuaderno de bitácora: ?pero esto no es erotismo, como me han prometido desde la cubierta del libro. ¡?Esto es baratija pornográfica! Ni siquiera eso ... ¡?una novela verde! Y tampoco es literatura, añade, aunque la autora crea hacerla, introduciendo frases tan plenipotenciarias como ésta: [Los azotes en el culo se hacían cada vez más violentos] "y estallaban en mis oídos con el bíblico estrépito de las trompetas de Jericó" (p. 16). ¡Ridículo! Ninguna persona con dos dedos de lucidez estética escribiría semejante frase. O ésta: "Su culo temblaba como los muslos de una virgen añosa en su noche de bodas" (id.). Me pregunto cuántas vírgenes añosas habrá sorprendido en su noche de bodas Almudena Grandes. ¡No es eso lo que les pasa! ¡Lo que les tiembla es el mondongo! Tampoco parece probable que asistiese al sitio de Jericó. Reñidos con la buena literatura están también estos consonantes: sujeto-objeto-completo (p. 9), rosa-luminosa (id.), alguna que otra repetición a lo Marías: "las enormes proporciones de su sexo enorme" (p. 15) o la utilización de palabras que no encajan en el contexto: "lamentable picha tiesa" (p.16).

Para decargar el trabajo completo pulsa aquí (pdf 37 KB)

Arriba