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La prosa modélica del director de la Real Academia EspañolaEn el diario La Razón del 10 de marzo de 2003, apareció el siguiente artículo del director de la Real Academia Española, don Víctor García de la Concha. Un artículo cuya aparición celebramos en su momento, en nuestra edición de papel, y que en adelante encabezará esta sección, como modelo de prosa y de fluidez de pensamiento, que todos debemos imitar. Después de transcribirlo lo comentamos, haciendo notar sus principales aciertos.
Virtud que empapa todo el texto es la que don Lorenzo Hervás y Panduro llamó humorísticamente cochabombo: haciendo como que alaba al fallecido Blecua, de la Concha se festeja a sí mismo y deja establecida la que él cree su importancia. “Lo digo desde la admiración y desde la mirada del discípulo agradecido” Incorrecta utilización de la preposición “desde”, que su predecesor, don Fernando Lázaro Carreter, criticó infinidad de veces, diciendo que era propia de repartidores de butano y meretrices. Que él fuese discípulo de Blecua es cochabombeo puro: sencillamente falso. “Para mí, la casa de los Blecua fue mi…”. Modélica prosa, sí. (para ti, la casa de los Blecua sería tu… Y, para él, la casa de los Blecua sería su… Mala prosa de quien, por ende, no tiene nada que decir… “La generosidad del maestro Blecua fue total”. Oportuna aclaración. Una generosidad parcial de poco le hubiese servido a Concha. “Recuerdo ahora que yo empezaba a trabajar…”. Poética evocación de algo que no merece ser evocado y que no es posible haber olvidado… Pero había que rellenar unas líneas y de la manera más desangelada posible. ¡Qué bendita casualidad que lo recordara tan oportunamente, teniendo tan colmado el pensamiento! “… yo empezaba a trabajar en mi tesis doctoral sobre Quevedo, que él mismo iba a dirigirme”. ¿Quién? ¿Quevedo? En cualquier caso, también falso. La tesis la realizó Concha con Emilio Alarcos y fue sobre la poesía de Ramón Pérez de Ayala. ¡Cuántas frases hechas! ¡Cuántas frases manidas, como esa del “tiempo corto pero intenso!” ¿Qué es un “maestro añadido”, desdichado? ¿Algo así como un remiendo, pero en maestro? ¿Una guarnición? “Su vida ha sido muy cumplida y llena de investigaciones?” ¿Se puede ser más vulgar? ¿Se puede recurrir de peor manera a lo obvio? “Deja un grupo de discípulos…” ¡Esto no es noticia, Concha! ¿Qué va a dejar un maestro? ¿Un grupo de adosados? Antes de escribir esta vaciedad llena de obviedades, mejor haber confesado humildemente que no tenías nada que decir. “Viví mucho durante esos días en su ambiente, siempre atento a la poesía”. ¿Quién era atento? ¿El ambiente? ¿Blecua? ¿Concha? No hay modo de saberlo. ¡Por fin le estalla la cabeza! “Pero no olvidemos que, en su etapa de Zaragoza, entre sus alumnos estuvieron Fernando Lázaro Carreter y Manuel Alvar”. ¿Se le ocurriría a él solito? Podía haber enriquecido el párrafo con tres o cuatro nombres más. Sin exagerar: Concha no se olvida y hace constar lo que todo el mundo sabe. “Fue uno de los pocos maestros verdaderos y prestando libros, ideas y tiempo”. ¡Hermosa y cervantina construcción: “maestros verdaderos y prestando”. Por otra parte, ¿cómo se prestan ideas y tiempo, Concha? Desde luego, si es posible y a ti te prestó algunas es evidente que se las devolviste. “Fue entonces cuando me relacioné con los círculos que frecuentaba Pere Gimferrer y también en la Universidad de Barcelona”. Lo de “me relacioné con... y también en” es prosa, como hubiese dicho Dionisio el Exiguo, en estado etílico. Si así escribe el director, ¿cómo va a escribir el último ingresado? “Deja un gran grupo de discípulos, entre los que me cuento”. Cada uno puede echarse las cuentas que quiera, pero no es cierto, como ya hemos dicho. “El trabajo de Blecua fue capital persiguiendo las ediciones fiables”. Las ediciones no pueden ser “fiables”. Sólo los seres vivos y las personas, incluso algunos académicos. Por otro lado, ¡qué prosa con más poco garbo! Hace imaginar al pobre Blecua vestido de Clark Gable y corriendo detrás de ediciones y jirafas. “Su enorme riqueza de lectura”. Querría decir “de lecturas”. “Un maestro lo es, además de por su aportación científica (...), por su magisterio”. ¡Sabia observación! Perogrullo no la hubiera hecho más atinada. ¡Un maestro que lo es precisamente por su magisterio! “El interés y la importancia de sus clases sobre el Barroco fueron muy importantes”. Antes, maestros magistrales y ahora importancias importantes. ¡Qué prosa! ¡Qué manera de limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua! No cabe más ramplonería, más jactancia y más hinchazón retórica en una nota donde sólo resuena el “yo”, “yo”, “yo” del pavo real. Tres cuartos del artículo para hablar de sí mismo y sólo un cuarto, del verdaderamente insigne Blecua. “Como director de la Real Academia Española, debo recordar…” ¿No se habla de la seriedad del burro? Pues aquí se podría hablar de la solemnidad del pato montés. Léase el “artículo” sin nuestra ayuda. Si esto –y de esta forma– es lo que tiene que decir el director de la Real Academia sobre un gran filólogo desaparecido, más le valiera atarse un ordenador al cuello, tirarse a un charco de ranas y pedir auxilio a Javier Marías. PS.- ¿No será la incompetencia de Concha la explicación de que en la Docta Casa estén entrando últimamente los palurdos por un embudo de doble boca? Recordará el lector amable y amante del saber que La Fiera Literaria , en uno de esos insuperables artículos a que nos tiene acostumbrados – El canon heterodoxo, publicado en el número 137– establecía un paralelismo entre la actitud conchiana y la de Gog, el extraño personaje de Papini, cuando se rompió el tobillo. Se rodeó de cojos, mancos, lisiados de toda clase para que, en medio de ellos y por comparación, pareciera menor su desgracia. Cuánta mentira, señor Concha! ¡Cuánta podredumbre, señores académicos” ¡Cuánta miseria moral! Una de las dos o tres más bellas lenguas del mundo, en vuestras manos, terminará siendo ese ronquido de sapo que sólo serviría para contar la historia de vuestra época. |
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Boletín del Centro de Documentación de la Novela Española |