Mary Luz Bodineau a Juan Cruz

...A continuación, le hago algunas consideraciones que tal vez expliquen “la virulencia”, como usted dice, de mi carta y que mi opinión [sobre la novela de Maruja Torres] sea “tan frontalmente distinta” a la suya.

Si usted me dijese que había publicado Un calor tan cercano porque Maruja Torres, merced al nombre que tiene como columnista, vende, yo lo hubiese encontrado menos grave, con serlo mucho, que si me dice, como ha hecho, que la ha publicado porque le ha gustado. Si considera ésa una buena novela, ¿qué consideraría El extranjero, Al Faro, Santuario, El poder y la gloria, Manhattan Transfer, Ulises, La metamorfosis, El empleo del tiempo, etc., etc. Un calor tan cercano es una estampa, y no muy rica, costumbrista, y el costumbrismo está obsoleto desde muy al principio del siglo pasado. Es un crimen de lesa cultura hacer costumbrismo ahora. Es un crimen hacerlo desde que Proust, Kafka, Joyce, Virginia Woolf, Musil, Italo Svevo revolucionaron la forma de narrar, al asimiliar, consciente o inconscientemente, la cosmovisión, tan distinta a la newtoniana, emanada de la Teoría de la Relatividad y de la Mecánica Quántica. Ahora el tiempo -el novelesco y el real-, el espacio, la posición del hombre [del personaje] en el universo, etc. son los que son, no lo que se creía que eran.

No sé por qué, las editoriales -incluso las “oficialmente” serias, como Tusquets, Anagrama, Espasa y Alfaguara- se empeñ an en lanzar ahora una especie de neocostumbrismo, con todos los defectos del costumbrismo histórico y ninguna de sus virtudes, así como desfasados relatos de peripecia. O sí sé por qué: para vender grandes tiradas al público de El Corte Inglés. Mientras, rechazan novelas que, además de entretenidas, están mejor escritas y, sobre todo, compuestas y tienen un contenido. Novelas diferentes . Diferentes a toda esa monotonía de crónica y de retrato, superada ya en los primeros sesenta: que si cómo vivió la generación del setenta o del ochenta, que si el ambiente de Madrid, que si el de Barcelona, que si la alta sociedad, que si la burguesía. ¿ No han pensado que a los lectores también les puede interesar otras cosas? La novela, en la primera mitad del pasado siglo (hasta el 68), adquirió un rango intelectual y estético más elevado que todo eso, sin dejar de ser amena.

Pero es que, aunque -mirando para otro lado- admitiésemos el costumbrismo, la novela de Torres sigue siendo mala. Llena de frases hechas, lugares comunes y valores entendidos. La autora ha cogido su niñ ez, más o menos modificada, y se ha puesto a contarla, sin talento para trascenderla, para universalizarla, para convertirla en arte literario. A Maruja Torres le pasan dos de las peores cosas que le pueden pasar a una novelista: primero: que sus personajes piensan igual en la primera niñ ez, que a los diez añ os, que en la adolescencia que en la juventud, y que todos, menos los que toscamente pone “enfrente”, piensan y hablan igual que ella. Segundo: que no consigue que el lector odie a los personajes que ella quisiera que odiase ni que se encariñ e por los pesonajes que ella quisiera que encontrara simpáticos. Hay, por ejemplo, en este libro, un “tío Ismael”, que la autora se pasa todo el relato diciendo que es una persona maravillosa, que abrió a la niñ a el universo, un mundo de fábula que la embriaga, con sus dichos y opiniones. Pero el lector lo que “ve” es que ese personaje no deja de decir simplezas, y que lo más profundo que, como entendido en música, dice es esta chorrada (pág. 61): “Verdi fue un gran hombre y nos dejó una gran música”. Se le caería el pelo a su credora después de escribir esto. Y el caso es que , al final del libro, ese mismo personaje, especie de maestro zen de las ramblas, se convierte súbitamente en un villano, sin nada que lo justifique y de una manera vulgar y demostrativa de una carencia total de imaginación en la autora. Ni siquiera se medio vislumbra cuándo ha tenido tiempo de ser malo con tanta buena obra y tanto sermón. Maruja Torres se cree que novelar es coger la pluma y ponerse a contar cosas. ¡ La novela es un arte, señ ores del jurado!

Dentro de un tiempo, le podré mandar el resultado del análisis crítico que estamos haciendo de esta novela. Verá que Maruja Torres ignora el significado de muchas palabras. Confunde escuchar con oir, interno con interior, malediciencia con maldición, etc. Incurre en expresiones anfibológicas. Comete solecismos, anacolutos, pleonasmos e introduce abundantes barbarismos. Cuando en novela se han llegado a escribir El lobo estepario, La náusea, En busca del tiempo perdido, Crónica de los pobres amantes , no se puede una creer que lo que ella vivió en la posguerra es importante ni interesa a nadie. ¿ A quién le puede interesar, verdaderamente, si la mojama está salada, dónde compraron el vino y la casera, qué mote tenía cada uno de los vecinos, el Hola , los tebeos, los bañ os en un barreñ o, las peleas del barrio... Produce sonrojo por delegación. Y lleva a pensar que Españ a es, ciertamente, una deformación grotesca de la civilización europea. Un país donde Maruja Torres es considerada novelista; García Posada, crítico, y Juan Luis Cebrián, académico de la lengua... difícilmente logrará converger con los criterios de Europa. Españ a, con editores como usted y escritores como los nombrados es, en sus concepciones culturales, una tribu del centro de Africa, ¡ un esperpento!

Respecto a las “listas” que usted dice que no existen en Babelia , le podría nombrar a dos docenas de escritores, de excelentes escritores, infinitamente mejores que Maruja Torres, Javier Marías, Muñoz Molina o Almudena Grandes, cuyas novelas no han sido nunca comentadas en sus páginas. Y usted mismo ha tenido que advertir que lo que se escribe allí sobre libros de Alfaguara -la primera-, Tusquets y Anagrama no tiene comparación con lo que se escribe sobre libros de otras editoriales. Y de los libros de algunas no se ha escrito nunca.

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