Bocadillos sobre San Steiner
San Steiner virgen, ora pro nobis
El paso del ensayista George Steiner por Madrid ha supuesto, no sólo una ocasión feliz para descubrir el hecho tan habitual de que meninges bien amuebladas sueltan melonadas como cualquier porquero, sino, también, para conocer a quienes, arrodilados en torno a su magistral pollera, hicieron el ridículo entregándose a alabar hasta los mínimos estornudos del "último sabio".
Lo que reprodujo la prensa dejó en muy mal lugar al crítico-sabio. Y eso que la pretensión de los extensos reportajes, dedicados a dar cuenta de su conferencia, buscó el efecto contrario: mostrar que nos había visitado "el más sabio", "el más grande de los críticos", "el más lúcido del gremio de los meditabundos", "el mejor conocedor de la literatura de este siglo". ¡Guau!
¿Qué decir ante hipérboles tan desusadas por estos lares? Si quienes prodigaron tales alabanzas fueran personas en posesión de una sabiduría tan estupenda como la que parece tener el alabado, aún podríamos creernos todos esos tópicos de pacotilla. Pero, ¿cómo puede una jirafa considerar una alabanza a su infinita altura, si quien se la propina es un limaco de ribazo?
Por lo demás, ¿qué es lo que, en realidad, ha aportado Steiner al conocimiento de la cultura literaria? ¿Alguno, de quienes se postraron ante su sabia dignidad y besaron el betún de sus zapatos, podría decirnos cuál es el pensamiento steineriano con denominación de origen, respecto a lo que es una novela, lo que es cultura, lo que es literatura, lo que es crítica literaria?
San Steiner mártir, kirie eleison
Un entusiasta bobalicón revelaba al mundo que la grandeza de Steiner consistía en "pedir a gritos la recuperación del ‘verdadero arte' ”. Ciertamente extraña ver a Steiner dando gritos reivindicado el arte o protestando porque alguien le ha pisado una meninge. Pero, si así lo afirma el testigo de los hechos, aceptémoslo, y preguntaremos humildemente: “¿Qué arte es ése, pues?”. La respuesta no se hace esperar: “El que deja la huella, la señal, el estigma del espíritu y de lo sagrado en los esfínteres y en el intestino delgado”. Bueno, ¿y eso es una idea original? ¿Y para afirmar tal tópico hace falta dañarse la laringe?
Y respecto al otro arte, el que renuncia a degradarse en transcendencias mayúsculas y heterónomas, y busca en la inmanencia trágica de lo cotidiano su sentido, ¿no es arte? ¿No es arte verdadero? ¿Por qué no?
San Steiner sensato, libéranos de tus aduladores
Hubo quien sostuvo que el "progresismo" ante Steiner "está amenazado de muerte". Bonita manera de ordeñar de forma exclusiva y excluyente la "sabiduría de un sabio".
Llevamos bastantes años leyendo a Steiner y bien sabíamos que no se trataba de un ensayista de izquierdas, pero, deducir de tal evidencia, catástrofes sin cuento para el pensamiento progresista, tiene traca molinera.
Cualquiera que haya leído un libro de Steiner sabe que tiene predilección por las minorías, por las élites, y que, según su dictamen, gracias a éstas se conserva la cultura... de las élites y de las minorías.
Pero esto ya lo dijeron Séneca, Quevedo, Feijoo, Chesterton, Unamuno y, finalmente, Juan Ramón Jiménez, quien pilló una laringitis de tanto gritarlo. Así que volvemos a repetirnos como al ajo porro: “¿Dónde está la gracia original de Steiner?” ¿Y su amenaza? Sólo la ve el dogmático que pretende utilizar el pensamiento ajeno para no pensar por sí mismo.
Víctor Moreno Arriba
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