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Respuesta a Javier MaríasEn un artículo titulado Malvado gran escritor, publicado en "El País" de 10 de noviembre pasado, está claro que Javier Marías intenta defenderse de la crítica adversa que yo he hecho de su obra en diversos trabajos. En un párrafo, a mi juicio especialmente desafortunado desde el punto de vista conceptual, afirma que ya resulta inadmisible "el inútil y anodino concepto de 'escribir bien o mal'", añadiendo lo siguiente: "yo no sé todavía qué es eso, y llevo leyendo la vida entera; menos aún sé cómo se mide; hay 'altísimos estilistas' actuales que a mí me parecen tan sólo cursis, facilones y refitoleros, jamás diría de ellos que 'escriben bien' por mucha filigrana verbal que logren y por muy ortodoxamente que se relacionen con la gramática y la sintaxis". En primer lugar, hay que decir que resulta increible que alguien que se presenta como escritor diga que no sabe lo que es escribir bien o mal. ¿Qué pensaríamos de un arquitecto que dijese que no sabe lo que es construir bien un edificio, es decir, bella, sólida y funcionalmente? La primera obligación de un pintor, un escultor, un músico, ¿no es pintar bien, esculpir bien, componer bien? ¿En qué se diferencia el arte de lo que no lo es? Y ¿no son los artistas quiénes antes que nadie tienen que hacer la distinción? Si él, a pesar de llevar leyendo la vida entera, no lo sabe aún, es, ciertamente, para que se preocupe, pero no para que dicte normas desde su ignorancia. En cualquier caso, es evidente que no se trata, en esto como en cualquier otra cosa, de lo que él crea, sino de lo que objetivamente es. Con su actitud, Marías se introduce sin pretenderlo en ese saco machadiano donde penan quienes desprecian lo que ignoran. Por otro lado, reducir el contenido del concepto "escribir bien" a la "filigrana verbal", el "altísimo estilo" o la "exquisita prosa" no solamente es mucho reducir, sino una sólida prueba de no saber de qué está hablando. Escribir bien tiene que ver, por supuesto, con no desobedecer la gramática (por cierto que Marías escribe "la gramática y la sintaxis", como si la sintaxis no formase parte de la gramática); con construir bien y bellamente, aunque sin excesos que entorpezcan la funcionalidad; con establecer la debida concordancia entre géneros, números y tiempos verbales,: con adjetivar justamente, o insólitamente pero con gracia y poesía; con utilizar las palabras según su significado; con emplear adecuadamente los signos de puntuación, etc. Pero también, tratándose de novela, con acertar en la forma de presentación de la realidad; con emplear el lenguaje de la manera adecuada para lograr esa forma; con la presentización de la realidad ante el lector con bulto y consistencia; con el exacto juego de alusiones y elusiones; con la expresión lógica y madura del pensamiento ... Factores de cuya falta adolecen las "novelas" de Marías y yo lo he señalado, aduciendo pruebas. Como "vida posible fingida" definía Andrés Bosch -el mejor novelista español desde la posguerra- la novela. Verdaderamente, novelar consiste en la creación de un segundo mundo, de un mundo que es estético, no sólido como el cotidiano, pero tan real como éste. Por lo tanto, igualmente sometido al segundo principio de la termodinámica (algún día escribiré sobre la entropía literaria) y a las leyes de la relatividad y de la quántica, que, entre otras cosas, afirman que no existe nada separado de la observación. Dicho de otro modo: las medidas -la lectura- no informan sobre las cosas en sí, sino sobre su relación con el observador (con el observador privilegiado que es el escritor, pero también con el lector). El resultado así obtenido será -debe ser- completamente distinto al que se obtenía con las novelas sometidas a la filosofía estética derivada del mecanicismo del siglo XIX. A mi manera de ver, tratándose de novela, insisto, que es de lo que aquí estamos tratando, es más importante el segundo conjunto de factores antes enunciado que el primero; esto es, el que afecta a la construcción de la novela/segundo mundo que el que tiene por consecuencia la musicalidad de la prosa. Este tiene mayor importancia en el caso de otros géneros, incluso de otros géneros narrativos, que hacen cuestión de una realidad referida, pero no presentizada. El artículo de Javier Marías al que estoy respondiendo aparece pleno de afirmaciones apodícticas exageradamente subjetivas, que en ningún caso el autor razona: "yo creo", "yo pienso", "yo no creo", "a mí me parece", etc., un camino por el que llega a confundir a quienes abogan por la buena escritura con quienes defienden a escritores desaparecidos que, en vida, fueron indecentes, malas personas, o defendieron ideas políticas contrarias a la libertad. Nada tiene que ver una cosa con otra, aunque, realmente, habría mucho que decir -otro artículo- sobre el binomio ética del autor/estética de la obra, que no se resuelve tan fácilmente como Marías pretende. Volviendo al tema de hoy: no hay reglas, ni tampoco un medidor -"menos aún sé como se mide" [la bondad o maldad de un texto], escribe el autor que comentamos- para saber lo que está bien o mal escrito. Pero el auténtico escritor lo sabe, y también el crítico preparado y sensible. La intuición estimativa tiene mucho, todo, que ver con esto. Marías dice ignorarlo. A mí me extraña que no sepa, por lo menos, por experiencia, lo que es escribir mal. |
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Boletín del Centro de Documentación de la Novela Española |