![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
Una página memorable de Maruja TorresA pesar de nuestros buenos deseos y mejor voluntad (férrea, por supuesto), hace tiempo que no tocamos la sección de Páginas memorables. Nuestros cultos lectores de los primeros tiempos recordarán aquella famosa de Javier Marías, que en nuestros archivos yace escondida en una carpeta en cuyo lomo reza: Pollanboca. El nene Marías pretendía narrar en ella una presunta felación a su favor, acontecida en Oxford. Juan Risaco Condobrín, nuestro experto sexólogo, sentenció la falsedad de la historia y dijo que bebé Marías no tiene ni idea de lo que es una fellatio.
La otra memorable página memorable era de Almudena Grandes, archivada Culos , y a propósito de ella dijo nuestro proctólogo de guardia que revelaba a una gran especialista en culos, que, como dijo el teniente coronel Tejero, es lo más grande que se puede ser en este mundo, después de ser español- eso sí, también culiadicta y fetichista de culos-, amén de excepcional observadora de anos, que clasificaba en fruncidos, distendidos, expectantes, variopintos, rubeolados y acogedores. Un portento. Viene a cuento este exordio de la publicación en El País , el 23 de setiembre de 1999, de la columna de Maruja Torres titulada Coger , exactamente, sí, como el futuro imperativo pluscuamperfecto de cojo, cogis, cógere, cogitis, cógitum... Plural, colgando. La columna, que ni un Sansón con largas trenzas hubiese podido derribar, comenzaba así: «Leo, sobrecogida (utilizo el verbo sobrecoger en su acepción del castellano peninsular, pues en el sentido con que se usa en algunos países latinoamericanos, no estoy sobrecogida en absoluto), que los jóvenes españoles sólo hacen el amor 66 veces al año, cuando el promedio mundial es de 98 oportunidades anuales (que tampoco es como para lanzar cohetes, con franqueza; se lo dice alguien que fue sobrecogida en porcentajes mucho más generosos durante la loca juventud).» Que un periódico que presume de serio ceda una columna relevante de su contraportada para la propaganda de los delirios uterinos de una jubilada, sólo se explica porque estamos en el país en que estamos y en el que incluimos no sólo la península, como la nostálgica hacía, sino también las Baleares, las Canarias, Melilla y Ceuta. Nuestros lectores conspícuos y variopintos conocen de sobra nuestro odio por las frases hechas, entre las que se incluyen los refranes. Sigue inmarchita nuestra repulsa. Pero eso no quiere decir que no admiremos el ingenio o el acierto psicológico del inventor de algunos de ellos. Por ejemplo, el que dice: “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”, que es, además, de los que nunca fallan; como nunca falla el adagio latino que reza: Excusatio non petita, acusatio manifesta . Maruja Torres se pasa la vida alardeando de haber participado en infinidad de torneos, batallas y escarceos amorosos. Es evidente que, como diría Antonio Gala, no se ha comido una rosca. Pero es que, aunque se hubiese comido alguna, ¿a qué español de a pie le puede interesar? ¿Por qué se castiga al lectorado paisano con semejante cateta confidencia? Una constante del polanquismo, en su vertiente cebrianista, es presentar todas las memeces que hacen o dicen sus muchachos, como si fuesen cosas importantes. Demuestran que, con todo su poder y sus millones, aún no se han librado del polvo de la dehesa. Lucía Tirado |
![]() |
![]() |
Boletín del Centro de Documentación de la Novela Española |