García Posada en la consulta del historiador

L a dolencia le venía fastidiando desde hacía mucho tiempo. Se quejaba con frecuencia. Por eso, aquella tarde, su mujer le dijo una vez más:

-Tendrías que ir al historiador.

-Ya fui el año pasado.

-¿Se lo explicaste bien? Mira que tú eres medio tonto y a lo peor lo enredaste todo.

-¡Claro que se lo expliqué bien!

-¿Y qué?

-Me mandó a hacerme varios cuadros sinópticos y una historiografía. No me sirvieron para nada.

-Pero ése era el de Historia General, ¿no? Tendrías que ir a un especialista. Al de Historia Contemporánea.

Aquella misma tarde, en un consultorio de la Biblioteca Nacional , el Historia­dor Contemporáneo, luego de examinarle las nalgas, calcularle el índice de ancien régime en cerebelo y medir el ángulo del gesto torcido de Posada, espetó adelantando la barbilla, encogiendo el pecho y moviendo las orejas, mientras las aletas de la nariz se le dilataban:

-Le vendrían bien baños de asiento.

-¿Baños de asiento? ¿Dónde?

-¿Dónde va a ser? ¿Se sienta usted con el cogote? ¡Pues en el culo, hombre!

-Quiero decir en qué recipiente. ¿Una palangana?

-¡Nada de cacharros! En el Mediterráneo, que es el mar de la cultura. A usted le falta cultura. Le mandaré también, vía rectal, un complejo de cultura B, cultura C y cultura D. Y suprima la culturina en las horas de trabajo hasta nueva orden y concierto. Tome esta receta y empiece hoy mismo. Busque una librería de guardia. Se lee un libro por la mañana y otro por la tarde, entre comidas. Y siga como hasta ahora, sin pensar ni decir cosas inteligentes, originales ni ingeniosas. Esto es muy importante. Su dosis de ingenio está saludablemente muy por debajo de la media. A la menor gracia que se le ocurriera -muy improbable-, se le subiría el colateral y se le hincharían los castoreños hasta extremos incómodos. Y, por supuesto, procure no ser amable con nadie, ni simpático. Es por el corazón. Cuanto más cabrón sea usted, mejor para el suyocardio.

Mary Luz Bodineau

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