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Las fuentes de la inspiraciónEl Cultural, cuando no nos deja K.O. con las gracias de Juan Palomo, siempre nos da alguna sorpresa, que tiene la virtud de alegrarnos la vida durante siete días. En la infausta semana del 1 al 7 de noviembre pasado, día de los difuntos por medio, fue sin embargo un susto lo que nos proporcionó, mediante la selección de los, para sus responsables, mejores poetas españoles vivos, autores de“versos calientes”, según informban, y que en el Registro Civil figuran como amigos de José Luis García Martín. Además de calientes, algunos son tan malos, que no es extraño que
lectores entendidos pidieran explicaciones a doña Blanca Berasátegui.
Yo no voy a entrar en esta polémica, que considero suficientemente
despachada con lo escrito es estas páginas por un experto en la materia
como Boris Murciano, que comentó la mentada barbacoa poética en su
momento. A mí, pecador, me basta con haber tenido la suerte de acceder
a las fuentes de la inspiración de uno de los poetas calientes en el
momento de componer la obra por la que fue seleccionado por
Martin; el mejor de todos ellos empezando por detrás: Felipe
Benítez Reyes, que ha sabido adivinar las intenciones a Petrarca y
Garcilaso retroactivamente y asegura que ambos le hubiesen escrito unas
liras al taxímetro, de haber sido inventado el automóvil por aquellas
calendas. ¿Y por qué no tambien al donuts, Rey de Reyes? Puestos a
especular... Pero, en serio: nunca le agradeceremos bastante al
calentorro vate que haya escrito un poema tan diáfano, que nos haya
permitido adivinar o, por lo menos, intuir, dónde estuvo la raíz
anímica o existencial de cada verso. Transcribamos primero la
portentosa composición: EL MOMENTO EN QUE LA NOCHE TERMINA
Es como si de repente, en el aire, Y es también, desde luego, Si haces un balance de conciencia,
“Si haces un balance de conciencia, / un recuento...” No es el momento, Felipe. Ni de balances ni de recuentos: que poetizar es una cosa muy seria, y si te pones a hacer números, no sé: tú mismo apuntas las consecuencias: “verás una honda noche confusa que termina...” Lo que viene ahora no termino de entenderlo: si no hay quien la destruya, ¿cómo afirmas que termina? Ni lo que sigue: ¿cómo puedes pactar urgentemente con la vida al margen de la vida? Oye, ¿no será que es muy malo este poema? Que si rescatar el tiempo, que si eternidad que fue un instante... ¡Pues claro que sí! Es malísimo e incoherente. Si te detienes en el magma, no me extraña. Rodrigo de Triana |
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Boletín del Centro de Documentación de la Novela Española |