Páginas del pseudo Mairena

Mairena se enfrentó al alumnado. Llamó:

- ¡Marías, salga a la pizarra! El aludido se levantó y se acercó al estrado profesoral.

- ¡He dicho a la pizarra! ¡Eso es el mapa!

Marías dio varios pasos a la derecha, la mirada perdida en el celeste imperio.

- ¡Nooo...! ¡Aquí! -por fin, el alumno se situó adecuadamente-. A ver, ¿cuántos son sendos más ambos?

- ¿Sendos más ambos? Pues entrambos más dos, menos dos y me llevo dos.

- ¿Cómo que se lleva dos? ¿Quién le ha dado permiso? ¡Fuera! ¡Almudena!

Se levanta Grandes.

- Un problema sencillo. Si usted compra un kilo de mollejas y lo reparte entre dos platos, ¿cuánto le toca a su marido?

- ¿A mi marido? A mi marido no le gustan las mollejas.

Se produjo un murmullo. En medio de él, se oyó distintamente una voz que murmuraba: ¿cómo puede follar con un tipo al que no le gustan las mollejas?

- Se trata de un supuesto, hija, no de una situación real. ¿Cuánto le toca a su marido?

- A mí marido, nada. Me lo comería yo todo.

- ¡Imposible! ¡Hoy tenemos un mal día! ¡Vaya a su sitio!

Cuando Almudena se retiraba con andares jacarandosos, el maestro chilló:

- ¡Señorita! ¡Se le transparentan las tangas! Eso es una falta de respeto. Aunque tenga usted un culo merendable, palpable, asumible, adobable, potable, lúzcalo en otras geografías, no en clase... ¡Muñoz!

Muñoz Molina acudió a la llamada.

- Escriba usted, como en uno de sus libros, que Biralbo, el músico, salió al escenario.

Muñoz escribió: “Biralbo acarició su flauta como el que acaricia a un animal herido que llevara tres días buscando una farmacia y se encuentra con otro animal que salió ileso en el mismo tiroteo pero está hambriento. Avanzó hacia el escenario como el que se acerca a una puerta cerrada y está dispuesto a abrirla y lanzarse al vacío como el que se lanza a un circo lleno. Y dio dos pasos, como quien da dos pasos hacia el abismo, haciendo escarnio de los guardias. Y ocupó su asiento como el que se resigna a que el mundo siga girando sin su consentimiento...”

- Bueno, hijito, váyase a su sitio, descanse. ¿Hay en la clase algún feroz?

Isidoro Merino, en la última fila, levantó la mano tímidamente.

- A ver, Merino, acérquese... Ponga ese párrafo en lenguaje literario.

Merino escribió:

“Biralbo salió al escenario a soplar la flauta”.

- ¡Muy bien!

- Añado: “Porque es un soplaflautas”, que quiero nota.

- ¡Sobresaliente!

Arriba