Sobre exclusiones y silenciamientos

Llegó el final del siglo XX, el siglo más culto y más sabio de la historia. Antes aún, llegó el emblemático año 98. Publicaciones periódicas y editoriales prepararon números extraordinarios y libros sobre la novela, el teatro, la poesía, al arte novecentista. En las manejadas por el sistema -que son las más y las más importantes en cuanto a difusión- muchos honrados y excelentes escritores y artistas comprobaron sorprendidos que ellos, aunque creían poder palparse, no habían existido nunca, y que determinados bípedos que ellos siempre encontraron deleznables, porque lo eran y lo son, resultaban ser los genios de la centuria.

De cómo se las gasta la fauna que se mueve en torno a Babelia y suplementos literarios satélites, tuvimos una prueba en la antología Treinta años de poesía española, recopilada por José Luis García Martín y la cual fue contestada por todos los poetas independientes, incluidos o no en ella.

Pero de la forma en que se producen los especímenes de la mencionada fauna tenemos un ejemplo más llamativo en nuestros archivos y corresponde al  XIV número extraordinario de la revista Cuadernos para el Diálogo (mayo, 1969), dedicado a la literatura de posguerra. Antecediendo a una llamada Guía del lector, en la que se relacionaba una larga lista de novelas publicadas en el periodo en cuestión, José María Guelbenzu, autor de la misma, ponía una nota en la que paladinamente, y en plural mayestático, declaraba: Nos excusamos previamente por cualquier omisión que hayamos podido cometer y que, probablemente, no será voluntaria, ya que las voluntarias han sido exhaustivamente aplicadas. Quien escribe esto no solamente no sabe escribir y se hace un lío; es también un fascista y un censor y tiene mentalidad de inquisidor.

Por aquellas calendas, la directora en funciones permanentes de La Fiera Literaria, Mary Luz Bodineau, envió a Rafael Conte, hoy en la gloria, aunque no sea gloria literaria, la siguiente misiva:

Señor Conte: lo que usted dice, en el ABC Cultural de 24-I-97, a propósito del silencio que ha borrado del mapa literario a un naturalista radical tan interesante, independiente y rebelde como Eduardo López Bago, quien con tanta razón criticó “la novela bonita” en el primer cuarto de nuestro siglo, y a propósito de la exclusión de su obra de los manuales, lo dirán de usted y su enterno los rafaelesconte de dentro de un siglo, refiriéndose a los escritores que, desde hace más de tres décadas, usted viene sistemáticamente silenciando y excluyendo. Usted, convénzase, no tiene derecho a hablar. Pero si lo que pretende es que García Posada vuelva a abrile las páginas de las que le echaron, va por buen camino. Con el mismo fin, ¿por qué no dedica una de sus homilías a la “novela bonita” del nuevo académico?

Arriba