Historia individual de una infamia editorial

Una miserable editorial, 451 Ed, dirigida por un aprovechado, Javier Azpeitia, y unos pobres aspirantes a escritores, en busca de dinero y notoriedad, para el refocile cateto de personas supuestamente amantes de la literatura, como Blanca Berasátegui y Nuria Azancot, directora y redactora jefe de El Culural/El Mundo, han osado hacer lo que nadie hasta ahora, en que todo quedaba en corromperse: han prostituido, además, la literatura.

Por el siguiente artículo de nuestro corresponsal en Barcelona, Javier Coria, nuestros lectores tendrán conocimiento del turbio asunto, todavía sub judice en el Juzgado Feroz de Primera Instancia, que ha decretado la proclamación urbi et orbi del sumario, para escarmiento de necios y aviso de caminantes

Ultraje a los clásicos


La primera noticia me llegó de forma críptica, con una sola frase: “No se trata de profanarlos, sino de hacerlos accesibles”. Primero pensé que se trataba de un anuncio de vaselina o que en las obras de la M-30 se habían topado con las ruinas del antiguo Mayrit que fundaron los árabes en el siglo IX. Pero no, se trata de una frase de anuncio de una colección que lanza un nuevo sello editorial llamado “451 Editores”, que  pertenece al grupo editorial Luis Vives. La colección se llama “451.Re” y, como la temperatura de 451 grados Fahrenheit a la que arde el papel, en alusión a la novela de Bradbury, se proponen arrasar con los clásicos. Sí, amigos, el día tan temible ha llegado: “Escritores de hoy reinventan el Mio Cid, el Lazarillo de Tormes, las Leyendas de Bécquer”… ¡Horror!

La noticia la leí en El Cultural/El Mundo del día 10 de mayo, donde a las conocidas admiradoras de La Fiera, Doña Blanca Berasátegui, como directora, y doña Nuria Azancot, como redactora jefe y firmante de la pieza, parece que le divierten mucho estas cosas. El director de la editorial y culpable del invento Javier Azpeitia dijo: “El germen de la colección es tan viejo como el oficio de escribir”, para luego espetar en unas declaraciones a Europa Press: “El objetivo de esta iniciativa será el convertir una vieja colección en la más nueva del mundo”. En fin, no es que uno se la coja con papel de fumar o sea el guardián de las esencias clásicas, es más, muchos de nosotros en nuestra tierna juventud nos iniciamos en la lectura con versiones de los clásicos, con algunas adaptaciones infumables, por cierto, pero por lo que me llega de los primeros títulos publicados y por las declaraciones de algunos de los autores elegidos, me parece una tomadura de pelo que sólo se justifica por el interés crematístico de unos y otros, pero no por el afán de: “acercar los clásicos y hacerlos accesibles”, es más, es un crimen de lesa literatura dejar en manos de Espido Freire, por poner un ejemplo, el Vuelva usted mañana de Mariano José de Larra por no hablar del Lazarillo de Tormes que perpetran los hermanos Casariego entre otros.

En el Mio Cid meten mano Antonio Orejudo, Luisgé Martín y Rafael Reig; con las Leyendas de Bécquer lo hacen Lorenzo Silva, Elia Barceló y Mercedes Abad entre otros; en el Lazarillo de Tormes hacen lo propio Nicolás y Martín Casariego, Francisco Casavella, Marta Rivera de la Cruz y Marcos Giralt Torrente. También amenazan con versionar el Larra citado, Las mil y una noches, Tragedias y Comedias de Shakespeare, de Lope de Vega, Esquilo, etc.

Algunas de las declaraciones a la prensa de los autores beneficiados con el proyecto también causan rubor. Rafael Reig dijo: “Si el autor de Macbeth tuviese la oportunidad de ver lo que han hecho con sus obras, sentiría envidia”. Martín Casariego, ufano él, declara que cree haber mejorado el Lazarillo de Tormes completando “lagunas” y “enriqueciendo el vocabulario suprimiendo arcaísmos y repeticiones”. Pero como la osadía le embargaba aquel día, dijo: “Admiro profundamente Moby Dick, pero creo que incluso ese libro extraordinario es perfeccionable”. Que alguien pare a este chico, si no se va a reescribir él solito, “mejorándolos”, todos los clásicos que en el mundo han sido. Esto pasa por tener una madre que durante toda su infancia le regaló los oídos con lo de “Martinito, eres el más guapo y el más listo” y se lo creyó. Su compañero de aventura, más sensato él, Francisco Casavella, declaró que el Lazarillo no se podía mejorar, por lo tanto él había optado por especular sobre su autoría en un capítulo que titula “De esta guisa hízose”, que cuando menos me parece más coherente e interesante.

A Antonio Orejudo le parece que el Mio Cid está “plagado de épica casposa” y que es un texto mal comprendido. Declaró que, pese a las apariencias, su versión es fiel al original y para los que hemos leído mal el clásico, nos ilumina con su versión de la que se pueden leer uno fragmentos en la web de la editorial. Este es “El Cantar Primero. El destierro” según Orejudo:

"Rodrigo volvió la cabeza y con lágrimas en los ojos miró su casa por última vez. Vio las puertas con el dispositivo de seguridad desconectado y las antenas parabólicas sin cables coaxiales. Hacía esfuerzos por ser positivo, pero los presagios no le ayudaban: a la salida de Vivar se le había cruzado una corneja eléctrica por la derecha y luego, entrando en Burgos, otra por la izquierda.”

“Aunque allí los niveles de CO2 eran altísimos, la gente se asomaba sin escafandra. Querían verlo antes de que se desterrara. Querían verlo, pero nadie le abría la puerta. Ni siquiera el Parador Nacional. Y eso que sus hombres llamaron a voces. Intentaron incluso tirar la puerta a patadas, pero estaba blindada y no se abrió. Fue un robot doméstico Nokia, accionado a distancia por no se sabe qué vecino, el que se acercó a ellos con sus ruedecitas todoterreno y les informó de lo que había sucedido…"

Y así sigue con los musulmanes convertidos en marcianos y hasta con el dictador Franco que pasaba por allí con las joyas de su esposa. Y su narración, señor Orejudo (con perdón)… ¿de qué está plagada? Quizás de casposa y mala caricatura de la ciencia-ficción, de típica y tópica comedieta que recuerda al inclasificable y ridículo Sin noticias de Gurb del señor Mendoza. Si pretendía ser una parodia, ni siquiera tiene gracia y cuesta pensar que le paguen a alguien por hacer esto. Y al señor Azpeitia sólo preguntarle si cree que el que lea “eso” pensará que ha leído el Mio Cid y desde entonces entenderá mejor a los clásicos gracias a la “accesibilidad” que su colección le ha proporcionado… Está claro que toman por tontos a los lectores.

Llegados a este punto, y para completar la majadería, me permito hacerles una sugerencia a los editores: ¿Por qué no regalan con cada libro un CD del presunto músico Luis Cobos, donde destroza a los clásicos con el “chunda-chunda” de marras? Creo que así se cerraría el círculo del despropósito y por lo menos, como regalo kistch, podría tener gracia.

En fin, saludo al nuevo sello editorial, pero les digo que, por lo menos en lo tocante a esta colección, no sólo han cometido una patochada de órdago, sino que es una canallada infame que, si en España hubiera instituciones culturales serias, la denunciarían. Y a los que defienden o no critican, como Nuria Azancot, estas iniciativas que presentan como irreverentes y casi revolucionarias, decirles que tal como está la cultura y la crítica literaria en España, lo revolucionario y rompedor es denunciar estas maniobras comerciales que, por lo que sé, nadie ha criticado ni va a criticar, con excepción de La Fiera mediante este artículo. Si, como dicen en su publicidad, los culpables quieren apostar por la “calidad y el buen gusto”, han comenzado mal. Pero, dejando al margen el resultado de la iniciativa, no hablando del huevo sino del fuero… ¿Era necesario reinventar a los clásicos?

Javier Coria


Postdata de M. García Viñó

En lo único en que han atinado los mafiosos ha sido en el nombre de la editorial y la colección, alusivo a la famosa novela de Bradbury. Si en ésta los bomberos quemaban los libros, en una representación dramática de la inversión de valores, con esta lamentable iniciativa se los destruye desde dentro, para que los lectores los repudien sin necesidad de que nadie les diga que lo hagan.

Como unos colegas más dentro de  la industria de la cultura, los fabricantes de estos sucedáneos son respetados por los suplementos llamados culturales y los medios en general, pero ¿y la Real Academia? ¿Y el Ministerio de Cultura? ¿No tienen nada que objetar a la contaminación de la atmósfera literaria? Don Gregorio Salvador, que tanto se preocupa por la salud de la lengua, ¿tampoco tiene nada que decir?

Es mentira lo que dice el capo de que se intenta hacer accesible a los clásicos al lector actual. Eso, ni siquiera lo intentan. Por lo que hemos visto y lo que se anuncia, cada “autor” destroza el texto que le toca a su manera, desde el punto de vista de su chorrez y su ignorancia particulares. ¿Sabría decir el gilicurne de Azpeitia por qué Bécquer necesita ser actualizado. Por qué el autor de la prosa más diáfana del siglo XIX español y todavía lozana es acercada al lector actual por que a la protagonista de su leyenda Los ojos verdes se la presente como “una tía buena”. Es perversa la ambición, pero cuando se junta a la imbecilidad el resultado puede ser un misil en el ojo ajeno y una garrapata en el propio.

La mayoría constituye una panda de desconocidos, pero bueno es que queden aquí los nombres de los integrantes de la cuerda, por si  alguno gana el Premio Alfaguara y se hace famoso en diez días.

El destrozo del Cantar de Mío Cid ha corrido a cargo de Antonio Orejudo (llamado así porque tiene más orejas que vergüenza), Luisgé  Martín (seguro que Luisgé es la actualización de un par de nombres respetables y biensonantes) y Rafael Reig. ¿Se atreverá éste a incluirse en su irregular sección de ABC, como delincuente literario? ¿Con qué autoridad juzgará en adelante a quienes nunca se atreverán a hacer lo que él ha hecho?

Las leyendas de Bécquer han sido estropeadas por Lorenzo Silva, Elia Barceló, Juan Bonilla, Carlos Castán, Fernando Marías, Marta Sanz, Juan Bas, Mercedes Abad y Francisco Rico.

En el Lazarillo han metido mano Martín Casariego, Nicolás Casariego, Marta Rivera de la Cruz, Marcos Giralt Torrente y Francisco Casavella.

Sorprende que Jesús Ferrero, asiduo lector de La Fiera, se disponga a verter basura hodierna sobre Shakespeare. No sorprende en absoluto que Espido Rosa Mística Freire lo vaya a hacer con Larra. Ella se mete en todos los tinglados donde se pueda ganar unas pesetas. Irene Gracia es otra de la banda, que también amenaza a Shakespeare, mientras Lola Beccaria y David Torres, “mejorarán”, respectivamente, a Esquilo y Eurípides.

Sr. Azpeitia: vistiendo al Cid con una escafandra, llamando tía buena a la protagonista de Los ojos verdes, haciendo que el Lazarillo pregone El País en la plaza Mayor de Salamanca, ¿cree usted de verdad que se acercan los clásicos a la gente? No es difícil adivinar por qué ha cometido usted, con ayuda de sus pobres lacayos, esta profanación, este ultraje, este auténtico sacrilegio  con los mejores textos de nuestra literatura. Cada autor de los que ustedes empercochan   es de su época y sólo es inteligible en su circunstancia histórica, sociológica y lingüística. Como es fácil adivinar para qué, con ayuda de periodistas tontos y suplementos literarios indignos, ha cometido usted el desafuero, lo menos que cabe hacer es desearle que se estrelle económicamente con el invento y se tenga que comer la basura que ha engendrado.

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