Una ocurrencia de Maruja Torres

Como Almudena Grandes, Maruja Torres está en la idea de que ser ideológicamente avanzada equivale a conjugar equis más ene veces igual a muchas veces el verbo follar, cuando se elije la primera conjugación; si se elije la segunda, joder, y, si se elije la tercera, crujir. Crujir, se entiende, bajo el peso de un mancebo, pues ya lo dice el pareado clásico: bajo el peso de un mancebo, / es el efecto placebo. Aplicando su inverecunda doctrina, creen sorprender a los lectores pependiculares y cariacontecidos.

Casi al principio de su exitosa novela Un calor tan cercano , tan del gusto de su editor alfaguaronte Juan Cruz, y de críticos tan competentes como Mige García Posada, Rafi Conte, Santy Sanz Villanueva, Moncho de España y Portugal, Chente Molina Foix, Josema Guelbenzu, Nacho Echevarría, Lucho García Montero, etc., la siguiente prueba:

Recibe Maruja una llamada notificándole la muerte de su madre y comenta: La muerte me da siempre ganas de joder.

No sé si habrá sorprendido a algún lector anchuroso y bonancible. A mí, por lo menos, no, pues conozco muchos casos de personas que experimentan semejante sensación cuasi sinestésica. El más reciente y cercano, el de una charcutera de Lavapiés, a la que le pasa lo mismo que a Maruja, pero en dirección contraria: apenas le pellizcan una teta, se pone a entonar un responso.

Arriba