Marías el Grande

Reconocemos tener cierta debilidad por Javier Marías, por eso le seguimos atentamente, no sólo en sus inimitables libros, sino también en sus artículos, especialmente en los que publica cada siete días en El Semanal. En éstos, sabedor sin duda de que son muchos los que le siguen como nosotros, solamente habla de circunstancias del viaje que lleva años realizando en torno a su propio ombligo. Su natural sencillez le lleva además a no desdeñar referirse continuamente a las mayores tonterías, los sucesos menos interesantes, las anécdotas más aburridas.

En el número de la mencionada revista del 3 de octubre, publicaba un artículo titulado Nunca descansan, que era el primero después de tres meses de vacaciones. Lo iniciaba de aquesta guisa: “He faltado de aquí doce semanas (lo siento por los que creyeran haberse librado de mí para siempre, su champagne malgastado...” Se adivina la terrible historia, la tremenda decepción de algunos ciudadanos, ante la reaparición del temible Marías, que amenazaba hablarles de sus veraneos en Soria, de su niñera, del orinalito que ésta llevaba en una cesta de mimbre -rigurosamente histórico- para que, si se le antojaban mayores o menores, no tuviera que hacerlo con el culo al sol como los golfos. ¿Y ellos que se habían gastado un dineral en champán para celebrar que el Mitch de la literatura había desaparecido de sus vidas!

Pero si ustedes, oh lectores conscripti, todavía piensan que nosotros exageramos cuando nos referimos y calificamos al oxoniense, lean respetuosos lo que sigue.  En otro artículo aparecido en la inagotable revista, el 17 de octubre, Javier Marías, en un arrechucho de objetividad y distanciamiento, pasaba revista a todo cuanto a él le molesta, algo que los lectores estarían deseando conocer, para no incurrir en sus iras. Pues bien, “otra cuestión que ha rebasado mis límites es la que se conoce como ‘vasca’”.  Hablaba, y es a donde íbamos -traducimos- de algunos de los asesinatos más repugnantes [de los terroristas]: Miguel Ángel Blanco, aquel concejal sevillano al que mataron junto con su mujer...” Sino que lo dice así: “..al poco de cometer algunos de los asesinatos más repugnantes de su historia (Miguel Angel Blanco, aquel concejal sevillano con su mujer incluida...”) Me detengo para tomar aliento. No quiero desmelenarme. Mis colegas me aportan tila y agua de azahar. Continúo, ya sosegado: La expresión “con su mujer incluida”, que suena a burla, a escarnio de las víctimas, aunque él no lo pretendiera y precisamente por eso, sólo puede escribirla quien ignora que, en español, un hombre no es una lavadora que te dan por un precio con bolsa de detergente incluida, un gilipollas de escaparate, tonto hasta la médula de los huesos y hasta la yema de los huevos, un imbécil analfabeto  incurable, que desconoce la lengua española, en definitiva, el gran escritor que se merece la sociedad española de hoy.

Isidoro Merino Robles

Arriba