Admirable Muñoz

¿Por qué será que, en medios feroces, se admira tanto a Muñoz Molina? Sin duda, por detalles como éste: en su sinigual novela “El invierno en Lisboa”, rebautizada por Isidoro Merino como “Mal tiempo en Lisboa”, un personaje, en el que se encarna Muñoz, peludo y todo, se encuentra situado “junto al resplandor helado de los ventanales de la telefónica” ( sic ). Otro se le acerca y Muñoz comenta “cuando lo vi venir, alto y oscilante, las manos hundidas en los bolsillos de su gran abrigo abierto y con las solapas levantadas, entendí que había en él esa intensa sugestión de carácter que tienen siempre los portadores de una historia, como los portadores de un revólver”. O sea, que John Wayne, con una novela en el bolsillo, tiene una intensa sugestión de carácter, según Muñoz.

De la misma novela, esta otra perla:

Piensa Muñoz: “Me he librado del chantaje de la felicidad. De la felicidad y de la perfección. Son supersticiones católicas. Le viene a uno del catecismo y de las canciones de la radio”. Ante esta, ya, nos preguntamos qué hay que escribir en España, para que a un tipo, en vez hacerlo académico y Premio Nacional de Literatura, lo declaren simplemente tonto del culo.

C.A.